Descubre en qué consiste esta lesión tan frecuente en atletas y aprende cómo superarla.

La bursitis es una lesión dolorosa que consiste en una inflamación e irritación de unas bolsas, denominadas bursas, que están llenas de líquido y que sirven de amortiguación para las estructuras que se mueven, como son músculos, huesos y tendones. Las bursas evitan la fricción en el movimiento de las articulaciones y están por tanto repartidas por todo el cuerpo: hombros, caderas, rodillas, codos, pelvis, talones o dedos de los pies.

El uso prolongado y excesivo de una articulación, un cambio de intensidad o en la potencia en las sesiones de entrenamiento, además de golpes, heridas, infecciones, gota o artritis reumatoide, pueden ser las causas que produzcan bursitis.

La zona más habitual es en los hombros, pero las rodillas, la cadera y los codos son también bastante habituales.

¿Qué síntomas notas si padeces bursitis?

  • Incapacidad funcional. Dificultad para llevar a cabo ciertos movimientos, como subir el brazo o extender la rodilla.
  • Dolor a la presión y al movimiento.
  • Debilidad motora. Faltan fuerzas para realizar el movimiento.
  • Edema, calor y enrojecimiento de la articulación.
  • Fiebre, en caso de infección.

Existen dos tipos de Bursitis:

  1. Aguda: Notas de manera repentina calor y enrojecimiento en la zona y dolor. Es producida por un proceso de gota (exceso de ácido úrico en sangre) o una infección.
  2. Crónica: Hay edema y dolor y pérdida del movimiento completo de la articulación. Puede aparecer en una articulación con una lesión antigua o tras una bursitis aguda. Su recuperación es lenta.

¿Cómo se trata una bursitis?

Una vez confirmado el diagnóstico mediante la exploración al tacto, y radiografía para descartar fracturas en caso de un golpe, el tratamiento más habitual es.

  • Hielo durante dos días cada 6-8 horas.
  • Descanso de la zona; si es en el hombro inmoviliza con un cabestrillo el brazo para no mover la articulación, si es en el tren inferior, rodillas o cadera no estés de pié, acuéstate con almohadas que amortigüen la postura y usa calzado blando.
  • Vendaje compresivo que te alivie el dolor al evitar cualquier movimiento articular.
  • Fisioterapia. Una vez pasada la fase aguda date masajes para mejorar la movilidad, haz ejercicios de tonificación si has estado mucho tiempo parado y utiliza algún vendaje funcional para que la vuelta a la actividad sea progresiva.
  • Toma antiniflamatorios si el dolor es intenso.
  • En algunos casos puede que sea necesario que te pinchen para evacuar líquido de la bolsa y el médico puede administrarte corticosteroides si lo considera necesario.

Una vez recuperada la funcionalidad de la articulación y eliminado el dolor podrás comenzar de nuevo con tu actividad física habitual.

Al principio es posible que necesites alguna protección extra, como una rodillera, o una tobillera o mantener el vendaje funcional, para que no fuerces el ejercicio y te sientas más seguro.  De este modo evitarás compensar el movimiento y cargar la otra extremidad, o la espalda, u otra zona del pie y provocar lesiones asociadas.

Protégete en tus entrenamientos y ante cualquier duda consulta con tu médico.

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